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domingo, 28 de febrero de 2016

Elías Asfura Sabag Un benefactor de los enfermos

Compromiso y entrega. Este 6 de marzo su familia recuerda los ocho años de su sensible fallecimiento. Su mamá, hermanos, esposa e hijos preservan su legado de servicio al prójimo, a través de la Farmacia San Elías.

Como ya es costumbre, en cualquier día y hora de una semana laboral, la fila para la atención en la Farmacia San Elías, ubicada en la esquina de la calles 16 de Julio y Sucre, es bastante larga, a veces más de 20 personas. Ni el calor, frío o lluvia logran hacerlas desertar de su espera.

La mayoría está callada, con la mirada dirigida hacia los empleados y/o los estantes de medicamentos que tiene al frente, tal vez absorta en sus preocupaciones con la receta médica en la mano.

A su turno, cada una es atendida por los dependientes, que tienen una sonrisa en los labios y cordialidad en sus palabras. La atención personalizada es una de las mayores características de la farmacia, porque eso fue lo que aprendieron de Elías Asfura Sabag, hijo mayor de Nuncio y Fanny, los propietarios, quien falleció hace ocho años - el 6 de marzo del 2008-, cuando trataba de preservar su vida y la de su gente durante un asalto a mano armada en la droguería.

Aún, después de tanto, Elías sigue siendo recordado por sus clientes como un hombre generoso, preocupado por los más necesitados. Incluso, su familia continúa enterándose de algunas historias de solidaridad, de las que se enorgullece.

Elías Asfura era un hombre de estatura mediana y contextura delgada. Cuando uno lo veía detrás del mostrador, inmediatamente se lo asociaba con un médico, quizá por lo formal de su vestir, por los lentes que le daban un toque de seriedad o porque siempre estaba supervisando el trabajo de todos.

Por su capacidad de empatía -ponerse en el lugar del otro- y por la experiencia de atender cada día a decenas de personas enfermas, detectaba con facilidad a aquellas que estaban más angustiadas -porque no tenían dinero suficiente- o a las querían alguna información sobre los medicamentos que les habían recetado sus médicos.

“Esperame un ratito”, les decía Elías, luego, atendía al siguiente de la fila. Una vez que acaba retornaba con la otra persona y la escuchaba detenidamente. A veces las ayudaba bajando el costo de sus recetas, no cobrándoles algunos de los medicamentos o regalándoles muestras médicas.

UNA HISTORIA DE VIDA

Nació en 1966 en Oruro, tierra natal de sus padres, quienes lo bautizaron con los nombres de Elías Jorge Antonio, el único en la familia que tenía tres apelativos.

“Se iba a llamar Jorge Antonio porque soy devota de esos santos; pero, en aquel entonces murió mi tío Elías, a quien quería mucho y por eso le puse su nombre”, recuerda su madre Fanny Sabag vda. de Asfura.

Desde que los padres de Elías contrajeron matrimonio se dedicaron a la actividad farmacéutica en Oruro, combinaron su tiempo con su negocio y criando a sus cuatro hijos bajo estrictas normas de honestidad, servicio social y amor, que con el tiempo, se convirtieron en los pilares principales para encarar su vidas.

Después de algunos años de matrimonio y por razones familiares, los Asfura Sabag

se vinieron a radicar a Cochabamba e iniciaron otra etapa familiar. Elías estudió

en el colegio Loyola y, según su mamá, allí profundizó sus valores y principios morales. Egresó con la promoción 1983, a los 17 años.

Su vocación, sumada al ejemplo de sus padres, lo llevó a ingresar a la carrera de Bioquímica y Farmacia en la Universidad Mayor de San Simón. A pocos meses de iniciar sus clases universitarias, el 29 de julio de 1984, inauguró junto a sus padres la Farmacia San Elías. Una empresa familiar que nació con la misión de brindar buena atención y precios asequibles a sus clientes; justo en una época en la cual el país atravesaba por una profunda crisis económica.

“Mi hijo decía que teníamos que ganar, pero también apoyar a los más necesitados. Esa fue y sigue siendo nuestra carta de presentación y un gran orgullo en estos 32 años de atención”, asegura Doña Fanny, como le dicen todos por cariño.

Luego de tres años de cursar la carrera que eligió, Elías tuvo que dejar sus estudios debido a la precaria salud de su padre; no obstante, pronto llegaría otra motivación importante a su vida.

LA ÉPOCA DEL AMOR

En 1990, Elías de 24 años, conoció a Jenny Lee Asfura Jordán, de 16; desde el inicio de su romance comenzaron a planear un proyecto de vida juntos.

Luego de enamorar a distancia tres años, ya que ella vivía en Santa Cruz, Elías y Jenny hicieron realidad su sueño, jurando-se amor eterno en el templo de San Pedro.

A los pocos meses la flamante pareja recibió la noticia de que serían padres, pero la sorpresa fue mayor cuando se enteraron de que no venía uno, sino dos bebés, Cristian y Andrés.

Jenny Lee recuerda a Elías como una hombre metódico, ordenado y buscador de saberes, “se tomaba la tarea de estudiar los prospectos de los medicamentos para aprender, y así prestar un óptimo servicio a las personas”.

En su hogar, era “un excelente esposo y padre. Muy entregado al estudio de la Biblia y siempre listo para brindar una palabra de aliento”, recuerda.

A los 10 años de matrimonio, la pareja recibió a su tercera hija, Nataly, la niña mima-da por todos. Finalmente, la familia Asfura Asfura completó su hogar con la llegada de Santiago.

Los tres hijos varones tienen como segundo nombre Elías, según Jenny Lee, por el intenso respeto y admiración que sentía por su esposo. La niña fue bautizada como Nataly Eliane.

El 26 de junio de 2008, el año de su asesinato, la pareja iba a cumplir 15 años de matrimonio. “Teníamos pensado renovar nuestros votos matrimoniales cuando sucedió esa desgracia; a partir de entonces, todo cambió en mi vida”, afirma con la tristeza reflejada en su mirada.

AUSENCIA Y LEGADO

La noticia de su muerte conmocionó a la sociedad cochabambina, era difícil creer que la vida de un hombre respetado por muchas personas por su buen corazón fuera truncada en un asalto armado.

El velorio y entierro estuvieron colmados de muchísimas personas que fueron a darle el último adiós.

Después de su muerte, la esposa y los hijos comenzaron a recibir cartas extensas de agradecimiento, donde los remitentes narraban cómo Elías había formado parte de sus vidas con un acto de solidaridad.

Actualmente, la familia continúa con su legado en la farmacia San Elías.

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