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lunes, 11 de mayo de 2009

Oruro en la mirada histórica y literaria


Presentamos un extracto del prólogo escrito por el autor del libro Oruro visto por cronistas extranjeros y autores nacionales, que se presentará el martes en el Espacio Simón I. Patiño de La Paz

Al elaborar esta antología acudieron a mi mente algunos recuerdos que me vinculaban entrañablemente a Oruro. Retrocediendo en el tiempo encontré que mi bisabuelo Mariano Baptista Caserta, durante su gestión presidencial constitucional, fundó, mediante ley de octubre de 1892, la Universidad de Oruro.

Años después, en 1898, el Ejército constitucionalista del presidente Severo Fernández Alonso se enfrentó a las milicias paceñas comandadas por José Manuel Pando en la batalla del Segundo Crucero, donde pereció Luis Baptista Terrazas, hijo del ex Presidente.

En 1944, mi padre, Mariano Baptista Guzmán, fue nombrado gerente del Banco Central en Oruro. Mi hermano Fernando y yo, que bordeábamos los nueve y diez años, recorríamos alucinados la ciudad. Oruro en esos años tenía un ritmo frenético provocado por la intensa actividad minera y el ferrocarril a Antofagasta que la conectaba con el mar, y la convertía en la urbe más cosmopolita de Bolivia, cuyo flujo económico inyectaba de savia a todo el organismo nacional. Mi madre nos decía que la orureña —quizá por el contraste con el clima— era la gente más hospitalaria de todas.

Desde la cultura wankarani, Oruro ha ido avanzando en el tiempo y sus hombres se han desperdigado hasta el Pacífico. En el territorio que los españoles llamarían Charcas, en 1535, Diego de Almagro hizo la primera fundación en Paria la Vieja, que en 1548 quedó convertida en encomienda de Lorenzo de Aldana.

Mientras el resto de las ciudades fundadas por españoles fueron hechas por capitanes, la de Oruro, en 1606, se distingue porque estuvo a cargo del oidor Manuel de Castro Castillo y Padilla.

Quienes se aferran a la leyenda negra contra España pierden toda gama de hechos que demuestran que si bien hubo explotación despiadada por muchos conquistadores y encomenderos, se dieron también otros que se distinguieron en los derechos humanos, como el caso de Lorenzo de Aldana que en Oruro amasó una gran fortuna y antes de partir entregó a los indios de Paria sus cuatro haciendas de puna, con 50.000 cabezas de ganado ovino.

En Oruro nunca se implantó la mita que resultó tan devastadora en el Cerro Rico de Potosí. Los mineros orureños ganaban ocho pesos —mientras los de Potosí, en el mejor de los casos, alcanzaban a un peso—, además gozaban de otras prebendas como pan, coca, vino, fines de semana, feriados religiosos y mineral para su libre comercialización.

Un caso para destacar es el de Mateo de Loviano, pastelero con negocio en la plaza principal, dueño de una mina y fundador de la cofradía de Nuestra Señora de Visitación, que reunía con exclusividad a negros, pues era originario de Angola, vestía con elegancia y tenía la condición de liberto.

Oruro tiene una historia con personalidades de relieve único. Ningún otro caudillo de América puede emular a Juan Bélez de Córdova, cuya rebelión abortada por delación en 1739, cuarenta años antes de las rebeliones de los Katari y los Amaru, planteó restablecer el imperio incaico, dejando a la posteridad un manifiesto único por su rotundidad.

En el movimiento de independencia, Oruro tiene sin duda derecho a ostentar la rebelión de 1781 como precursora, pues en ella, además, coincidieron criollos, mestizos e indios. Los héroes de esa epopeya fueron los hermanos Jacinto y Juan de Dios Rodríguez, los vecinos más ricos de Oruro, dueños de minas e ingenios, casas y haciendas (de quienes era empleado Alejo Calatayud).

Que el criollaje más próspero de la villa se hubiera alzado contra España, y que en la revuelta se hubiesen mezclado con los indios partidarios de Túpac Amaru, muestra que la sociedad orureña era mucho más democrática y permeable que las de los empingorotados azogueros potosinos, o los togados de Charcas.

Todo el mundo está maravillado con el Carnaval de Oruro, lo dijo la UNESCO y lo acaba de decir Mario Vargas Llosa. Raúl Botelho Gosálvez manifiesta que “sólo con la ayuda del diablo, en Oruro, es posible gozar del reino de Dios”.

Por ello esta entrañable tierra debe convertirse en una Meca cultural con sus templos rurales restaurados, su Ciudad Universitaria, su museo de arte eclesiástico de la Ranchería, la Casa de la Cultura, el Teatro Palais Concert, o la casa de Simón I. Patiño, reactivados y hechos centros de cultura y arte, previa una indispensable creación de un Consejo de Cultura, en el que intervengan la Prefectura, la Alcaldía, la universidad e instituciones como la Fundación Cultural ZOFRO, que lleven adelante un esfuerzo mancomunado, capaz de poner a Oruro entre las grandes ciudades de Bolivia y América.

* Historiador y escritor

Escaparate

Los papeles inesperados de Julio Cortázar

No hay plazo que no se cumpla. Cuando en 2006 se dio a conocer la noticia del descubrimiento de unos textos inéditos del escritor argentino Julio Cortázar en la capital francesa

—hallazgo cometido por su primera esposa Aurora Bernárdez y el crítico Carlos Álvarez—, la especulación empezó a fluctuar en el aire.

La simple idea de leer algo “novedoso” del autor de Rayuela puso contentos a más de uno de sus seguidores. Con el material en la mano, ahora sólo hacía falta ponerle fecha a esa nueva publicación.

Y fue hasta el domingo pasado, casi tres años después, que ese sueño se materializó para muchos. El portal mexicano elinformador.com anuncia que la antología fue presentada en el marco de la Feria del Libro de Buenos Aires. En España, Papeles inesperados —titulado así de forma certera— empezará a circular en las librerías a partir del 27 de mayo, bajo el sello Alfaguara. El turno de las naciones de habla hispana restantes, según han dicho los editores, llegará en menos tiempo de lo que tardó en publicarse.

En las 485 páginas que constituyen el volumen, Papeles inesperados reúne los textos que en su tiempo el escritor dejó descartados de Historias de Cronopios y de Famas, de Libro de Manuel y de Un tal Lucas. Hay poemas, prosas, autoentrevistas y entrevistas que Cortázar guardó durante años.

También se encuentran 11 relatos que nunca habían visto la luz, tres historias de cronopios, 11 episodios protagonizados por Lucas, 35 artículos sobre literatura, política y viajes, así como una decena de textos para sus amigos más cercanos, 13 poemas inéditos y diez escritos inclasificables.

En una nota publicada por el diario español El País, el periodista Juan Cruz apunta que Papeles inesperados “parece un recorrido retrospectivo que explica desde entonces hasta ahora la voluntad revolucionaria y estética de un escritor que no cesó de buscarse para encontrarse”. O, como el mismo Cortázar lo decía, éste será el complemento para entender el genio creativo de un individuo que “emergió de un mundo obstinadamente metafísico y estético, y sin renegar de él, entró en una ruta de participación histórica”.

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