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martes, 10 de febrero de 2009

La fuerza del pueblo unido mostró que se podía ser libre

La noche del 9 de febrero de 1781 un conglomerado de personas, de todos los grupos sociales que habitaban la Villa de San Felipe de Austria, hoy conocida como Oruro, enfurecido por las desigualdades económicas y los maltratos tomó las calles y sometió a garrotazos a cuanto español vio en frente.

Según narra la historia, los orureños amanecieron un 10 de febrero con libertad, sin yugos, cadenas ni agobios económicos como había sido el del tributo obligatorio y el trabajo en la mita.

Aquella fría jornada de levantamientos y revueltas en la Villa de San Felipe de Austria y ante el temor de una emboscada por parte de los españoles, todos los soldados mestizos —liderados por Sebastián Pagador— salieron a las calles y se unieron a los indígenas y criollos dedicados a la minería para enfrentarse a los hispanos y darles fin.

El historiador Fernando Cajías de la Vega cuenta que el proceso de independencia en Bolivia y en sus respectivos departamentos, como el de Oruro, no se podría entender sin antes comprender las sublevaciones de Chayanta en 1780, encabezadas por indígenas como los hermanos Catari o la de Tinta liderada, ese mismo año, por José Gabriel Túpac Amaru, y la de La Paz acaudillada en 1781 por los esposos Túpac Catari y Bartolina Sisa.

En Oruro los aires revolucionarios tuvieron más eco entre los criollos y mestizos que en otros departamentos, ya que en las otras ciudades la reacción no fue la misma porque si bien existía gente dispuesta a levantarse, reinó, en la mayoría de los habitantes, el temor a las represalias que podían tomar los ibéricos contra cualquier acto insurrecto.

En ese momento el poder recaía en manos de los españoles y con ello podían hacer y disponer de lo que quisieran.

“En Oruro los criollos y mestizos se sumaron a las sublevaciones de indios porque existían fuertes rivalidades hacia los hispanos, debido a que los europeos poseían grandes comercios y el resto de la población estaba endeudada con los comerciantes”.

“Otro factor fue el poder local concentrado en manos hispanas y la pérdida en las elecciones de alcaldes un 1 de enero de 1780”, relata Fernando Cajías.

Sin ninguna posibilidad de movilidad social y ante tal opresión estamental por parte de los europeos, cuya jerarquía se basaba en la riqueza, linaje y raza, se crearon resentimientos y odios dentro del pueblo.

La estratificación que había instalado la Colonia era una pirámide donde los españoles venidos de la península ocupaban la arista con privilegios, mientras el resto de la población compuesta por criollos, indígenas, negros y mestizos vivía agobiada con las deudas al fisco y con el tributo obligatorio.

Este panorama concluyó con una conspiración que desató una masacre, donde los residentes europeos de la Villa de San Felipe de Austria perdieron la vida.

Este levantamiento acompañado por el llamado del inca José Túpac Amaru —por primera vez en toda América— unió a los distintos grupos humanos y los hizo sumarse a la lucha.

Fabrizio Cazorla, en la publicación Oruro en el tiempo, cita la proclama de Sebastián Pagador como una muestra del aborrecimiento por parte de los criollos, mestizos e indígenas hacia el dominio español: “Amigos, paisanos y compañeros, estad ciertos que se intenta la más aleve traición contra nosotros por los chapetones…en ninguna ocasión podemos mejor dar evidentes pruebas de nuestro amor a la patria, sino en éstas, no estimemos nuestras vidas sino sacrifiquémoslas sin gustosos en defensa de la libertad convirtiendo toda la humildad y rendimiento que hemos tenido con los españoles en ira y furor…”.

A los pocos días de los sucesos revolucionarios, los indígenas rebeldes, de las poblaciones cercanas como Paria, donde se fundó por primera vez el actual departamento de Oruro, desfilaron con sus atuendos típicos gritando a toda voz vivas a Túpac Amaru y a otros caciques luchadores, y mueras a los españoles que habían logrado escapar de las revueltas y levantamientos de febrero en Oruro.

Cajías de la Vega relata que durante los días de la alianza, todos, mujeres y hombres, se vistieron de indios como forma de representar el pacto. Entre los protagonistas más destacados de este acontecimiento histórico se cuenta a varias familias criollas como los Rodríguez, Herrera y los Galleguillos Flores dedicados a la minería, también a mestizos como Sebastián Pagador y su hija, la cual alertó al cuartel de su padre que los españoles se preparaban para conspirar en contra de todo aquel que no hubiese nacido en el viejo mundo y se hubiera rebelado.

“Los europeos se refugiaron toda la noche del combate en una casa de la plaza Regocijo, el cual terminó con la victoria del pueblo orureño”, narra Cajías que también apunta a que éste fue uno de los argumentos que más utilizaron los europeos para probar que los mestizos y criollos estaban en contra de ellos.

Estuvieron también presentes caciques indígenas aymaras como Lope Chungara y negros como Clemente Menacho.

Este aglutinamiento de sectores permitió un grito insurgente que se frustraría pronto, pero que había sembrado otra semilla revolucionaria más en el camino hacia la independencia de esta tierra del altiplano.

Las diferencias y la ruptura

La alianza de los sectores se fue desintegrando y disolviendo rápidamente. Al poco tiempo de los levantamientos en Oruro se registraron contiendas bélicas entre mestizos e indígenas, como el suceso donde murió Sebastián Pagador en manos de quienes habían sido sus aliados.

Historiadores como Cajías opinan que una de las razones fundamentales para la disolución del pacto entre indígenas y no indígenas es que el primer grupo buscaba librarse del trabajo obligatorio y no pagado como era la mita y también del tributo indigenal, mientras que los criollos y mestizos pretendían destronar de los espacios de poder a los españoles para tomarlos y de esta forma tener el dominio económico y social de la Villa.

Después del año 1781, la Villa de San Felipe de Austria ingresó a una muy dura crisis, no solamente por las inciertas minas de plata que a veces brindaban mineral y otras veces no, sino también por el estado de ruina y miseria que dejaron los enfrentamientos y la lucha que trajo la rebelión de febrero.

En Oruro no hubo, como en Potosí, un descubrimiento súbito de plata. Este metal se explotaba en pequeñas cantidades desde el siglo XVI.

Esto dice la publicación Oruro en el tiempo, de Fabrizio Cazorla, dando a entender que la minería, en manos de los criollos, fue mermando y empobreciendo a este sector. Lo que les habría animado a rebelarse.

Pero luego, apagada la posibilidad de independencia, con las iglesias saqueadas, con los bienes confiscados a importantes criollos y la desaparición de los principales ideólogos de los distintos grupos sociales, la ciudad culminó el siglo XVIII con apenas 5.000 habitantes.

Cajías de la Vega en los libros Oruro 1781; Sublevación de indios y Rebelión criolla brinda un detalle sobre la unión entre varios sectores y la temprana disolución, haciendo énfasis en que si este conjunto humano no se hubiese resquebrajado, quizá Bolivia ahora sería un país donde no existirían brechas entre uno y otro grupo social o étnico.

“Con una amplia descripción el mensaje de Amaru cobra más fuerza que el de Bolívar porque involucra a los americanos sin distinciones étnicas”, afirma quien ha investigado durante 10 años los sucesos de 1781.

Este mensaje, opina, llega a los tiempos actuales no sólo para Oruro, sino para un país multiétnico y pluricultural que está buscando salidas a la pobreza y la discriminación de siglos.

Algunos actores principales de la sublevación del 10 de febrero de 1781

Túpac Amaru
Líder quechua nacido en Tinta y ejecutado en Cusco en manos de tropas realistas, luego de que su rebelión fuera derrotada. Túpac Amaru fue uno de los caudillos indígenas de mayor fuerza que encabezó los sucesos revolucionarios en el Alto Perú. Dentro de sus planes tenía como objetivo eliminar la mita y el tributo indigenal a los que estaban sometidos los originarios.

Sebastián Pagador
Sargento mestizo, encabezó tropas en el afán libertario y fue pieza clave en la sublevación de 1781. Pagador murió mientras resguardaba las cajas reales que estaban destinadas a cubrir los gastos que supondría el arribo de Túpac Amaru; durante su vigilia unos indígenas quisieron asaltarlas y éste le rompió la cabeza a uno de ellos, desatando la furia de los otros que le dieron muerte.

Rodríguez de Herrera
La familia Rodríguez de Herrera, de origen criollo, fue el cerebro estratega y financiador de la insurrección en Oruro.
De esta familia destacan Jacinto y Juan de Dios Rodríguez Herrera, hermanos que se aliaron con otros criollos, curas y con los grupos indígenas y mestizos, para de esta forma sumar fuerzas, buscar el cambio e instaurar el levantamiento febrerino.

Clemente Menacho
Limeño de nacimiento, este mulato, que se había instalado a vivir en la Villa de San Felipe de Austria, entregó sus fuerzas y arriesgó su vida por el anhelo de libertad. Sobre Clemente Menacho se sabe muy poco, pero la historia lo cita como acompañante de Sebastián Pagador durante el momento de su ejecución en manos indígenas y cómo, a pesar de que quiso, no pudo evitar esa muerte.

Mujeres revolucionarias
Muchas mujeres lucharon valerosamente durante la sublevación de Oruro, entre ellas destacan la hija de Sebastián Pagador cuyo nombre la historia no revela. También se destacan María Quiros, Francisca Goya y Francisca Orozco, todas ellas murieron encarceladas en Buenos Aires. La muerte más dolorosa fue la de la hija de Pagador, quien murió encerrada y con cáncer.

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